
Sin lugar a dudas, las primeras intenciones, los primeros trazos con motivos, con dirección, surgieron en el Bar Flor, vecino de la Casa de la Palmera, o al menos en el recuerdo.
La intención clara era visualizar aquella porción vacía de la ciudad con el hambre resuelto, que el propio barrio nos contara que ocurriría en aquel lugar si intervenimos, entre sus aromas, su gente, sus costumbres y su tradición.
El primer acercamiento perpetuó mil incógnitas, las cuales parecerían encontrar respuesta en nuestra segunda visita, donde las mediciones, el vecindario y conversaciones con allegados encausarían el camino a seguir de manera discreta.
Para actuar en el Cabanyal, debíamos comprender las tres escalas barriales y un cuarto ente clave en la resolución; la trama urbana, de carácter histórico, la parcelación, así como sus medidas peculiares y propias, la tipología edificatoria, y como esta fomenta la vida social a través de la relación con la calle, así como aspectos de ventilación cruzada o relación de espacios internos, y finalmente la interpretación de los estilos cultos del centro Valenciano en una zona más campestre, como era el barrio de trabajadores del Cabanyal.

Bajo las pesquisas anteriores se planteó un linde inicial, maleable en el porvenir, que constatara el perimetro de la actuación primera, buscando una estructura porticada y continuidad en este-oeste.



Se referenciaron las preexistencias en el posicionamiento de los pilares, inicialmente de perfiles metálicos, y se definió una dirección principal de la vivienda a favor de la ventilación cruzada y la unión de la calle que vuelca a la plaza del mercado y la peatonal ‘trasera’.
Estos dos pretextos fueron los constantes e intangibles del proyectos, dada la relevancia histórica que poseían en la trama de actuación, donde lo único inmutable sería la relación directa con la calle peatonal y lo que esto significa para el barrio.
La relevancia de este vial, junto a la intención de los infantes de jugar en este, promovieron una fachada completamente abierta al espacio, donde la interacción con el susodicho fuese casi simbiotica, como las casas propias del Cabanyal cuando se abren a las calles.
La medianera sería lugar de integración de las instalaciones, favoreciendo su conservación.





Tras varios tanteos, se individualiza el bloque de comunicación vertical, y se delimita el espacio interior a base de mobiliario y estanterías, situando junto a la medianera las zonas húmedas y abriéndose a la peatonal.


Ante varias correcciones, se acaba eliminando la zona de transición en el vial este y generando un juego de alturas con visuales diagonales en la zona de lectura, buscando casi el mar con la mirada.





El resultado final es un proyecto que aproxima los trabajos más manuales desde la propia confección del ejercicio, pasando por sus valores materiales y cualitativos, y culminando con una actuación artesana en su conjunto.
El hogar se retranqueo de la plaza del mercado, cediendo un espacio ajardinado y acompañado de la palmera a un acceso principal casi de carácter público, donde el torreón de la comunicación vertical nos recibe, guiándonos hasta la entrada, lugar en el cual el muro acompaña y nos expulsa hacia el interior, pudiendo ser participes de sendas caras del objeto a través de las diferentes estancias en planta baja, de uso común.
El aseo de respeto lo encontramos en el acceso, y próximamente una zona de lectura donde observamos las alturas irrumpidas superiores, donde estanterías de madera maciza alcanzan cada altura con libros varios, casi reminiscente a esa biblioteca de Babel que narraba Borges.
El salón en casi una extensión de la sala de lectura, pero de la cocina a la vez, discerniendo entre una zona de estar convencional y una pequeña franja de ‘ocio calmado’ en su aproximación al sur.
La cocina pretende huir al exterior, como si contextualmente no perteneciera al interior del hogar, buscando abrirse gracias al sistema de carpinterías que, a partir de planta baja, articulan un plano continuo en vertical sobre la calle peatonal , anclanadose al forjado superior, en favor de una continuidad no solo visual, sino también en cuestiones climáticas. Esta misma recupera el alicatado perteneciente a la parte superior de muro existente en parcela.
La escalera, anexa al acceso y la sala de lectura, se aleja ligeramente del cerramiento y ella misma es responsable de su estabilidad gracias a su sistema tabicado, referenciado de la obra de Salvador Gomis Aviño.
La primera planta responde al mismo esquema de planta libre con un excusado en correlación con el de planta baja, y a partir del pasillo generado por las perforaciones se genera un espacio polivalente que pretende servir de sala de juegos, sala de estudio, acompañada de las estanterías verticales, y con facilidad de generar una zona de reposo para las visitas de la abuela, sin tener que destinar un espacio forzudamente a la visita. Los cuartos se articulan gracias a un mueble continuo que alberga estanterías y un armario para recoger la cama, limitando pero ampliando el espacio de estos.
En la planta segunda se imita el excusado inferior y junto a este se ubica el cuarto del inquilino, el cual gana en altura, y tras este el pasillo limitado por las alturas quebrantas, el cual culmina con un tragaluz a este que parece querer dirigirse al mar, sostenido gracias a las propias estanterías de madera que en ultima planta ascienden hasta este objeto. Finalmente, la casa se desenlaza con el cuarto principal, abierto al espacio interior, o exterior, o ambos, con un esquema sencillo donde los muebles también participan en el orden del ambiente.
Estructuralmente se resolvieron las estancias, y la vivienda en general, gracias a un sistema de forjado visto con el sistema flexbrick, el cual permitió una métrica y construcción de carácter tradicional con materia actual.
Se emplean muros de carga de ladrillo visto, donde el forjado apoya en la cara interior (portante), permitiendo un aislamiento continuo. Este sistema se da en toda la casa salvo la fachada oeste, la cual se resuelve con paneles de madera laminada con aislante incluido que dan un lenguaje distinto a las zonas húmedas a oeste.
La casa se articuló con prudencia en sus trazos, hija del cuidado del trabajo a mano, como, citando a Francisco Nieto Edo, ‘pensando cada línea con miedo a tener que borrarla’.